
Dios ha muerto. Su carroña se mece
al siniestro capricho de las olas.
¡Que se alce ya el telón! ¡La farsa empiece!
Sobre un entarimado de chabolas,
baila una obscena danza el Nigromante
y reclaman su diezmo las pistolas.
Vencidos por un cierzo intransigente,
ruedan por el asfalto los deseos,
las ilusiones de la buena gente.
Ya se apresta, Caronte, a los bandeos,
fija el remo, afianza el aparejo;
se eriza el Aqueronte en cabrilleos.
Un terror contenido, un grito viejo,
se alza de las tinieblas almenadas,
como un espectro afásico y perplejo.
Juega el diablo con barajas marcadas,
ya no le queda chance al desvalido,
la sentencia y la pena están echadas.
Se terminó, ya el tiempo está cumplido,
hasta el fondo la botella apuremos
y otra ronda, patrón, que yo convido,
que por dios y la muerte brindaremos.
