CUENTOS CORTOS

Desamor

El anillo era una brasa incandescente que palpitaba en la palma de su mano, un infierno líquido haciéndose fuerte en las entrañas, como el que debió padecer Abelardo después de la castración, solo que al clérigo le quedaba el consuelo de una Eloisa enamorada. Aflojó el puño y el aro cayó al suelo con un tintineo metálico, casi alegre, insultante, que ahondó todavía más en la herida de un corazón desgarrado por el desamor. No tuvo fuerzas para recuperarlo, como tampoco las tuvo para luchar por ella. La había dejado marchar y ya no quedaba nada en este mundo que justificara su existencia.

Sopa de rebollones

Se enfrentaron cuando Pascasio pudo ocultar parcialmente su desnudez con los calzoncillos de camuflaje; no es inteligente liarse a tortas entre retamas y en bolas porque en las pelambreras se te enganchan los cadillos. Se ponía los gayumbos de campaña siempre que hubiera alguna posibilidad de un «aquí te pillo», en medio de la naturaleza y como la Fuencisla era querendona de suyo, pues eso, que la había.

Si te parece, lo discutimos cenando

Vale que tú ya eras muy de Spengler cuando nos hicimos novios, pero debes entender que si relativizamos el conocimiento, no es posible establecer referentes morales o políticos válidos.

¿Vas a decirme que soy viejuno por tomar partido con Aristóteles frente a los sofistas? ¡Pero si Protágoras no tenía ni medio pase, mi amor! La medida de todas las cosas no es el hombre, en tanto en cuanto que defienda la certeza de cada uno como la medida de la verdad, porque habría tantas como paisanos. Eso se llama un sindios.

La liebre

De joven me fascinaban los combates de boxeo. Había velada todos los sábados por la noche, en la plaza de toros, y se hacían apuestas. Peso pluma. Hernani I & El Potro de Entrevías. Prefería los pesos ligeros, eran más vistosos; los mastodontes del peso pesado se movían como hipopótamos en una charca. La noche del sábado era especial.

Todo es relativo

La habitación huele a tabaco viejo. Hay ceniceros por el suelo repletos de colillas, que debería haber vaciado hace mucho y un poco de Bluecoat en la mesilla de noche. Tengo sed, pero ir al otro lado oliendo a ginebra barata no parece una buena carta de presentación. ¿Cómo será la nada?
En cierta ocasión, en el metro, sentada junto a mí, iba una mujer madura, de color. Antes podía sentirse orgullosa de ser negra, pero hoy prima lo indefinible, nadie quiere tomar partido y por eso los fascismos están ganando.

Little Mary

Llevo con la tontería desde las cinco de la tarde, Marieta, y son…, ¡hostias, las dos menos cuarto de la madrugada! Panel de control. Y seguro que estás echándole horas al balance con Johnny, el de Wisconsin. Fundido a negro. ¡Joder con la alegoría! ¡La madre que te parió, littel Mary! Reiniciar. Yo, aquí, con el Spotify; violín concerto Op. 35 de Tchaikovsky, en plan moñas, ¿y tú qué…: Mahler, Rostropóvich, Wagner, la cabalgata de las valquirias, quizás?