RELATOS

Con manual de instrucciones

―¡Niña, cuelga ya, que llevas media hora pelando la pava y va a subir el teléfono una barbaridad, coño! ―rezongaba la madre desde la cocina, pendiente tanto de las croquetas, como del roneo de la chiquilla con el noviete de turno.

―Mamá, que ha llamado él ―susurraba la muchacha, tapando con la mano la bocina del auricular.

Si lo llego a saber

En mala hora, quién lo iba a pensar; no veas lo mal que está la profesión, hay fantasmas a patadas, cualquier pelagatos con una sábana y conexión wifi se cree el rey del inframundo amamantado a los mismísimos pechos de Caronte. Ahora los llaman youtubers, influencers, tiktokers, streamers, vloggers, podcasters, y lo malo es que lo petan, los muy jodidos, se han hecho con el mercado de lo paranormal estando en vida; eso sí que es gordo. Intrusismo profesional descarado.

Huelga de Luna

«Contigo, hasta la luna se siente un simple foco de callejón: sin magia, sin chiste». Pero a ver, tarado, si la jodida es bizca, garrosa y le canta el alerón. A ti lo que te pasa es que no mojas desde la toma de Troya, andas más salido que la lengua de un perro y con tal de tocar pelo te enganchas a un cepillo.

Doble ciego

Chilines vivía arrejuntado con Maruja «La Sastra» en una buhardilla del callejón de Las Cuatro Esquinas. Ella era una mujer vivaracha, con mal carácter, que iba por las casas de la vecindad haciendo labores de modista, mientras procuraba mantener las constantes vitales del domicilio conyugal; luego, al atardecer, se pateaba las tascas del barrio hasta dar con el ciego, que a esas horas, doblemente entre tinieblas, tenía muy complicado encontrar solo el camino de vuelta a casa.