
Qué sola me has dejado, Benjamín. Fíjate el tiempo que ha pasado, pues todavía no me hago a la idea, ¿seré tonta? Es que son muchos años, cariño, y quieras que no hasta del canario se acaba encariñando una; el roce crea dependencia y tú, pendón, has sido de rozarte mucho y no solo conmigo, a ver si te crees que una es tonta.
No te veo la cara porque con semejante mazacote de mármol encima es imposible, pero te me imagino ahora mismo haciendo esos visajes tuyos tan cómicos, que te daban aspecto de alelado cuando te pillaba en un renuncio. Pero reconócelo, siempre fuiste de bragueta rápida. Ahora que cuando tú ibas, yo ya venía de vuelta, con la misión cumplida y buscando el reposo de la guerrera, porque no eran jaquecas cuando te hacía la cobra, mi cielo, es que regresaba a casa con el depósito lleno y nunca he sido de mezclar. En el fondo siempre te he respetado barbaridad.
Se te llenaba la boca diciendo que te casaste conmigo porque me hice la estrecha cuando empezamos a festejar: lo que no sabes, pobrecito mío, es que de aquella, mi primo Enrique, sí, el de Cuenca, andaba más listo que tú y siempre te cogía la delantera. Pues claro, ¿qué te pensabas?; y de vez en cuando la trasera. ¡Ay, sí, no te espantes por el parentesco, que lo es en tercer grado! Ni te hagas el ofendido, que si echamos cuentas, en lo de ponernos los cuernos, vamos a pachas. ¡Hijo, qué poco moderno eres! Que nos quiten lo bailao.
Pero el tiempo todo lo cura y ahora parece que vuelvo a ser yo, porque desde que te fuiste me dio como bajón, un muermo raro, no sé, quizá fuera la menopausia. Sí, hijo, sí, me cambió la vida. No me apetecía salir con las amigas; tuve la pulsión de releer a Camús, Baudelaire incluso Proust ―cómo estaría―, hasta me di de baja de «Sin Bragas y a lo Loco», aquel grupo de Facebook tan cachondo del que era colaboradora estelar, para que te hagas una idea.
En fin, que poco a poco voy cogiendo fuelle, me he apuntado a bailes de salón con Andrea ―ya sabes que le fascina la salsa y más aún los salseros―; he vuelto a Facebook y estoy saliendo con Ramiro, ¿sabes de quién hablo? Sí, hombre, el viudo del tercero derecha, ese tan modosito y amable que siempre saludaba cuando nos cruzábamos en la escalera, el del banco. Una joya, Benjamín, hazme caso, hay que ver cómo engaña la gente. Lo ves y parece que nunca ha roto un plato, pero, hijo mío, los rompe, vaya si los rompe, es una bestia lúbrica, un sátiro desbocado y yo una ninfa satisfecha; que no me da la pensión para bragas, no te digo más. ¡Qué glorioso animal!
No te enfades, mi amor, total a ti, qué más te da si ya no ejerces; además, tampoco es que la cosa haya cambiado tanto, siempre tuvimos una relación abierta, cuando estabas vivo, solo que tú no lo sabías.
Además, lo de Ramiro es solo un proyecto, porque ya me he zumbado a Ernesto, primero izquierda; Luis, segundo centro; el susodicho Ramiro, del tercero; Ernesto, del cuarto interior derecha, y me falta Ndongo, el morenito de la buhardilla, para hacer escalera de color. Son todos tan majos, Benjamín, y tan educados, siempre saludan cuando te pillan en el descansillo. Da un gustito.
A lo que estamos. Que si te dio la tontuna de morirte allá tú, nadie te puso una pistola en el pecho y la ingesta desaforada de carajillos de anís fue cosa tuya, que ya lo dijo el médico: «Con el alcohol que lleva en el cuerpo este señor, tontería incinerarlo porque no va a haber huevos a que se apague».
En definitiva, que el muerto al hoyo y a quien dios se la dé, que sea por muchos años, mi amor.
Abrígate por las noches, que el relente siempre te ha sentado como un tiro y ponte la coquilla de ganchillo que te puse en la caja, por si la orquitis. Te dejo unas flores porque es la costumbre, pero menudo desperdicio.
Esta que te quiere.
Rosi.

Imagen obtenida mediante I.A.
Sencillamente genial!!!