RELATOS

In memoriam

Se te llenaba la boca diciendo que te casaste conmigo porque me hice la estrecha cuando empezamos a festejar: lo que no sabes, pobrecito mío, es que de aquella, mi primo Enrique, sí, el de Cuenca, andaba más listo que tú y siempre te cogía la delantera. Pues claro, ¿qué te pensabas?; y de vez en cuando la trasera. ¡Ay, sí, no te espantes por el parentesco, que lo es en tercer grado! Ni te hagas el ofendido, que si echamos cuentas, en lo de ponernos los cuernos, vamos a pachas. ¡Hijo, qué poco moderno eres! Que nos quiten lo bailao.

Perdedor

El hombre gordo parece enfrascado en la lectura del currículum que le acaba de dar Lucio. El brillo de su calva no es el efecto de una cuidadosa pasión por la estética, sino un exceso de grasa que emplasta sobre el cráneo cuatro pelos huérfanos todavía resistentes a la alopecia, dándole al conjunto el aspecto de un grimoso paso de cebra. Una reseca mancha de huevo en la camisa, proclama a los cuatro vientos que el almuerzo ha sido generoso en proteínas.

El canto del cisne

¡Cuántos recuerdos duermen en estas gradas carcomidas por el tiempo! Allí, en ese muro desgastado por el salitre, aún puede reconocerse el retrato de Juana, «La Negra». Lo pintó el hijo del panadero, el primer grafiti que se hizo en el pueblo. El chico estaba enamorado de ella; todos estábamos enamorados de la Negra.

A vueltas con los números

Ocho, par, son los planetas del sistema solar; doce fueron los Pares de Francia que acompañaban a Carlomagno en sus conquistas, hasta la naturaleza se hace patente a pares: se necesitan dos de cada especie animal para procrear; las plantas precisan de estambres y pistilos para lo mismo y las glándulas mamarias de las hembras de los mamíferos son pares: dos, ocho, diez, doce, dependiendo de la especie. ¿Casualidad?

Entelequia

Y en las riberas de los ríos crecieron árboles y plantas que dieron frutos generosos y suculentos, de entre los cuales la mandarina resultó ser la preferida del dios, que se dijo: «De todas las maravillas que he creado, esta es la más complaciente a mis sentidos y bueno sería compartirla con algún ser inteligente, fuerte y bello, hecho a mi imagen, que valore las cualidades de esta fruta, me alegre la vista y, de paso, alivie mi soledad». Así dijo Athannarike. «Será una criatura justa, independiente, amable y bondadosa, la pareja ideal que complemente mi grandeza».

Con manual de instrucciones

―¡Niña, cuelga ya, que llevas media hora pelando la pava y va a subir el teléfono una barbaridad, coño! ―rezongaba la madre desde la cocina, pendiente tanto de las croquetas, como del roneo de la chiquilla con el noviete de turno.

―Mamá, que ha llamado él ―susurraba la muchacha, tapando con la mano la bocina del auricular.