
Querida Amelia:
Le estoy cogiendo el gustito a escribirte todos los días, será porque me aburro; estar muerto es un latazo, créeme, lo de la vida eterna, el otro mundo, la corte celestial y su puñetera madre está sobrevalorado, pura milonga. Normalmente, esto es muy aburrido, la misma rutina todos los días, igual que allí, solo que lo nuestro es a perpetuidad. Por eso, cualquier movida, por pequeña que sea, provoca un subidón colectivo, el personal se entusiasma y donde vayas no se habla de otra cosa.
Por ejemplo ahora. Se acercan fechas de jaleo, ya sabes, la Cuaresma, que termina como el rosario de la aurora con la semana de pasión y todo dios se hace lenguas de lo que va a pasar, porque es como lo del día de la marmota, siempre lo mismo, erre que erre, vuelta la burra al trigo.
Ya conoces la amistad que me une con Yeshua, o Jesús, como le decís normalmente por allí abajo. Por aquí, sus colegas lo llaman maestro, mesías o rabí. Son todos muy OldMoney, pijos como ellos solos, pero majetes, divertidos.
Los fines de semana solemos juntarnos en Jacob’s; no sé si te acuerdas, el macro tugurio donde Jacob Yitzchak hace de hospitality manager. Sí, mujer, haz memoria, el tío rata que le negó alojamiento a la sagrada familia en Belén, te lo conté en su día, acuérdate. Como castigo por su avaricia, está condenado a regentar el complejo de ocio más grande del universo. Allí tienes de un todo, Amelia, lo que quieras, y gratis, by the face, no puede cobrarle un euro ni a dios. Tremendo castigo para un judío.
Pues a lo que vamos. Todos los años, el jueves anterior al primer domingo siguiente a la primera luna llena de primavera montan una cena de gala, por todo lo alto, y a la del año pasado me invitaron. Ya lo sé, te choca el galimatías de fechas, qué quieres, son así de maniáticos.
Como te digo, Estábamos tomando unas copas y Juan, el hermano de Yeshua —tiene un primo que también se llama Juan, pero no se llevan demasiado bien por cosas de herencias; otro día te explicaré—, como te decía, Juan se puso a dar la chapa con el tema de la cena.
—Ya está la reserva hecha, Yeshua —dijo—, pero trece es mal número, rabí, podías traer a tu churri, para romper el mal fario.
A Magda, el rollete de Yeshua, le cuadraba la idea. Es muy marchosa y dicen las malas lenguas, que en tiempos algo ligera de cascos; a mí me cae bien. De cualquier manera eran trece tíos, un bosque de nabos, tampoco parecía tan descabellado darle un toque de alegría al conjunto con al menos una flor.
—No puede ser, Juan, estamos en Cuaresma—se excusó Yeshua—, hay que guardar las tradiciones.
—Ya, las tradiciones, seguro que te enrollas con alguna guarrilla y te la llevas al huerto ―se cabreó Magda.
—De los olivos —Santiago, que es de risa floja, siempre tiene que salir con alguna parida.
Resumiendo, que por espantar el cenizo terminaron invitándome al evento y allí terminamos todos, en el reservado VIPS de Jacob’s: una mesa larga, catorce cubiertos y otras tantas sillas, todo muy bien puesto y abundante, como para una boda, de lujo, Amelia, de lujo.
Hubo de todo, que como sale gratis nadie se cortó a la hora de pedir, a los postres vino la tuna de farmacia a cantar las paridas de siempre: «Clavelitos», «Las cintas de mi capa», «La morena de mi copla»… Leonardo’s, el prestigioso estudio de fotografía, mandó un propio a inmortalizar la escena, en fin, que la cosa iba viento en popa.
En un momento dado, Judas Iscariote, que es el tesorero del grupo se excusó, aduciendo que tenía un apretón: «Serán las ostras», dijo, y salió pitando al baño.
—No sé qué le ves a ese, rabí, es más inútil que el retrovisor de un avión —Tomás habitualmente sospecha de todo—, seguro que trama algo, no me fio un pelo.
—¡Coño, ya estamos como siempre! —se cabreó Yeshua—, dejaros ya de gilipolleces y vamos a tener la fiesta en paz, ¿vale?
—Ya veo yo cómo va a terminar esto —murmuró Mateo por lo bajini.
Habíamos cenado como gochos. Nos pusimos ciegos. El vino y los mariscos nos salían por las orejas y a los postres, con el café y los chupitos, íbamos todos con una media estocada considerable, de lo más eufóricos.
Por otra parte, Magda, María Salomé, Marta, María de Betania, Verónica y no sé cuantas chicas más, también habían celebrado el final de la Cuaresma con una cena, en el salón contiguo y la tenían montada muy guapa.
—Lo mismo deberíamos pasar a darles las buenas noches —farfulló Bartolomé, que iba perjudicadísimo, mientras intentaba guiñar un ojo cómplice.
En esto que se abre la puerta y entra una pareja de romanos, como llaman aquí a los de la policía local, con casco, botas de montar y gafas de sol. Se plantan en medio del salón, los brazos en jarras, en plan ayudante del sheriff de Huntsville, Alabama, a punto de disolver una manifestación de morenos; con ellos venía Judas.
—A ver, de quién es el Maserati aparcado en la plaza de minusválidos.
El Iscariote se fue para Yeshua, le estampó un beso en la mejilla y señalándolo con el dedo dijo:
—Aquí, aquí, señor agente, pero no es mal chico y es de buena familia, su padre tiene mucha mano en la cosa pública.
Digo yo que lo haría por despistar o, como también iba pedo, para hacer una gracieta. Pero a los guripas no pareció caerles igual de bien la coña.
—Mira tú que bien, Mariano, tenemos un grupo de listillos —dijo el que parecía mandar. Pues se te va a caer el pelo, chaval. Y los demás ya podéis ir preparando los papeles que va a haber requisa.
Pedro, que llevaba un pedal del copón, le puso al guardia el carnet del partido delante de las narices, como diciendo «no sabes tú con quién estás hablando». Pero el guindilla, lejos de acojonarse, la tomó por la tremenda, le hizo una llave de jiujitsu, lo tumbó largo en el suelo y a partir de ahí se lio parda.
Nos pusimos a dar voces, coreando eslóganes antisistema, alguien le acertó al romano en todo el careto con un merengue de frambuesa y los demás empezamos a descorchar botellas de Moët Chandon tirando a dar: «Perros guardianes del orden y la ley, asesinos a sueldo, abuso de poder». «Ser policía, vergüenza me daría». «Un bote, dos botes, romano el que no bote».
El tal Mariano pidió refuerzos por un chivato que llevaba enganchado en la hombrera, mientras iniciaba la retirada, cubriendo a su compañero, el del merengazo, que no paraba de gritar: «¡Cagondios, que soy diabético, cabrones!».
A todo esto, Magda y las chicas, alertadas por el follón, se sumaron a la fiesta en plan comando femenino reivindicativo y como también estaban ya con los chupitos, no les costó nada ponerse levantiscas: «Mariano, Marianito, la cena tú solito». «Nosotras parimos, nosotras decidimos». «Estoy hasta el culo de tanto machirulo».
Llegaron los antidisturbios arreando a diestro y siniestro. Las chicas, como leonas, tirándoles patadas a la coquilla. Judas, en la puerta, junto al jefe de los gorilas, no paraba de tirarle besos a Yeshua y señalarlo con el dedo. Un sindiós, Amelia, un sindiós. Al final terminamos pasando la noche en el cuartelillo.
—Si es que todos los años es lo mismo con Judas, coño ya —bramaba Tomás con un cabreo del copón—. Mira que os lo dije. Me saca de quicio.
En fin, que a Yeshua le pusieron una multa guapa y no se quedó sin carné porque su padre movió hilos. Pedro tiene esguince de tobillo y está citado para juicio rápido por resistencia a la autoridad y de Judas no se sabe nada, porque parece que lo han metido en protección de testigos y anda desaparecido. No sé si tendrá razón Bartolomé, corazón, no hay que fiarse de los besos en la mejilla, que los carga el diablo.
Tuyo que lo es.

¡Acho! Como se dice por la mitad de esta tierra Extremeña. Menudo repaso cachondo, irónico y claramente celestial a la última cena. Anda que no hay detalles de calidad, ese coche mal aparcado, un Maserati…, será por los pinchos😅. Como siempre, agudo, sagaz y maravilloso. Gracias por las risas y las buenas letras
¡Acho! Como se dice por la mitad de esta tierra Extremeña. Menudo repaso cachondo, irónico y claramente celestial a la última cena. Anda que no hay detalles de calidad, ese coche mal aparcado, un Maserati…, será por los pinchos😅. Como siempre, agudo, sagaz y maravilloso. Gracias por las risas y las buenas letras
Ya sabes lo que te tengo dicho, te puede la amistad.
Un abrazo, Paquita, hermosa.
❤️💛💜
Y creo que es el quinto de la saga.
No imaginas lo que se disfruta leyéndote.
No has dejado a nadie en pie. Está muy documentado. 👏👏👏
De hecho, no sé si vas a seguir con estos dos personajes. Pero da para más.
Te sigo.
Miguelico y Amelia tienen espacio propio y sirven tanto para un roto, como para un descosido. Los volveremos a encontrar seguro.
Un abrazo, amiga.
Este texto es una reinvención irreverente y sumamente ingeniosa de un episodio icónico, con un tono fresco y desenfadado que lo convierte en una lectura divertidísima.
La mezcla de anacronismos, humor mordaz y referencias contemporáneas le da un aire de crónica gamberra, como si fuera el relato de una juerga descontrolada con consecuencias inesperadas. Un ejercicio brillante de relectura histórica con chispa y personalidad. ¡Enhorabuena!
Gracias por tu tiempo, amiga Manuela, es una irreverencia no maliciosa, sin otro propósito que el de provocar una sonrisa.
Saludos.