
Querida Amelia.
No veas la que tenemos montada aquí arriba, se ha liado gordísima, el padre de Yeshua está de los nervios y esto va manga por hombro, un desastre, mi amor. Pero déjame que te cuente.
Resulta que, según los del Ministerio de Relatividad Espacial, a la curvatura del espacio-tiempo le ha salido un poco de chepa; nada grave, al menos de momento, pero debe ser corregida, por no sé qué cosas raras de la supersimetría, que viene a ser como una aplicación para emparejar partículas y unificar fuerzas.
Me explico: los fermiones se emparejan con los bosones, de manera que la media naranja de un electrón es un selectrón y la de un quark es un squark. Pero es que a la inversa ocurre lo mismo: un bosón como el fotón, por poner un ejemplo, se empareja con un fotino, que es un fermión, y todos felices hasta que pasa como en todas las parejas, que la pasión se mustia, surgen los roces y eso en física cuántica parece que es muy jodido. Lo explicaron en unas charlas que nos dieron los del ministerio, pero, la verdad, acababa de estrenar iPhone y, entretenido en lo mío, no me enteré muy bien de qué iba la cosa.
Resumiendo: que por lo visto el apaño es sencillo, pero no puede hacerse desde aquí, tiene que ser un sujeto de alguno de los tantos planetas que existen con vida inteligente el que dé con la tecla y como el asunto tiene miga, al padre de Yeshua se le ocurrió mandar un propio con la solución y susurrarla al oído del científico más listo del Universo, Evaristo Cornejo, que está de becario en el departamento de Física Teórica de la Universidad Carlos IV. La cátedra se la dieron a un primo del presidente de la comunidad autónoma que, cuando hizo el Erasmus en Berlín, festejó unos meses con la eminente doctora Edwina Strudembuorg, por entonces ávida consumidora de birras, bratwursts de todas nacionalidades y canutillos de la risa y hoy una fiera en lo que a teoría de partículas se refiere.
Se presentó el emisario celestial en el vestíbulo de la universidad y, más o menos, esta fue la secuencia de los hechos:
―Dios te salve, Genaro ―el de seguridad se llama Genaro, suspendió las pruebas físicas para entrar en la policía y es de Calaceite, provincia de Teruel―, lleno eres de gracia… Hosti tú, perdona, esto es de otro sainete, ando un poco espeso, debe ser el jetlag. En definitiva y para no alargarnos, quiero hablar con Cornejo, asunto oficial de la máxima prioridad.
El de Calaceite ni se inmutó, comparte piso con otros tres colegas de Profemur en Lavapiés y está hecho a ver de todo; sacó de debajo del mostrador el libro de registro y se dispuso a verificar la filiación del sujeto.
―Nombre, D.N.I., y motivo de la visita ―exigió con el tono impersonal aprendido en los cursos de formación para cuerpos y fuerzas de seguridad privada.
―Genaro no me jodas que soy el Emisario de Dios, el portador de la palabra divina, el Ángel del Señor. Anda llama a Evaristo que no tengo todo el día y llevo un dolor de juanetes que te cagas ―se amoscó el mensajero del cielo.
Pero Genaro como el que oye llover, Amelia, cariño, no se le alteró ni un músculo, impasible y frío, como un témpano de hielo.
―Angelito, menos humos, a ver si te crees que le voy a levantar yo la barrera al primer extraño vestido raro que se me ponga delante; esta es una universidad privada, rascarse los venancios hasta que te regalen el título sale por un ojo de la cara y estoy de aguantar pijos hasta el putiglán de la taba ―le salió al turolense el ramalazo castizo―, o me rellenas el formulario o esperas al Cornejo en la puerta, pero por la parte de fuera, que hace jornada intensiva y sale a las tres.
El ángel, que se llama Zerachiel y tiene muy mal carácter, se puso en modo «¡A que te meto, mierdecilla!».
―Mira chaval, tú no sabes con quién estás hablando, anda, deja de tocar los huevos y llama al encargao.
Total, para no hacerlo largo, que en lugar de al encargao, Genaro llamó a Matías y a Fulgencio, dos compañeros de seguridad tipo armario ropero y aquí tenemos de vuelta a Zerachiel, con fisura en dos costillas, el tabique nasal desplazado y la huella de una bota del cuarenta y cuatro marcada como a fuego en el nalgatorio.
El pare de Yeshua está hecho un basilisco, no sabe si mandaros una plaga bíblica por descreídos, probar suerte en otro planeta menos bestia o mandarlo todo al carajo y presentar la dimisión.
Mientras tanto, la crisis de fermiones y bosones sigue abierta y la chepa del espacio-tiempo creciendo, Amelia, un sin dios. Ya veremos cómo acaba.
En fin. Cuídate, mi amor, y no le hagas ojos a Ricardo, que tiene los bosones alterados y está más salido que un condón en el carnaval de Rio.
Este que te quiere.

Imagen obtenida mediante IA.