
¡Ay, Agustín, cariño, qué razón tenía tu madre! Os tenga Dios en su gloria.
A ver, tú sabes que nos teníamos atravesadas la una a la otra, cosas de familia, pero eso no quita, oye, para admitir que la mujer estaba en lo cierto con lo del algodón, por más que lo llevara yo mal por aquel entonces: «Angelines aquí hay lardo», decía la hijaputa mientras pasaba el trocito de guata por el baldosín de la cocina sacándome los colores.
Se me revolvían los adentros, mi vida, lo sabes, y nos costó a los dos estar de morros más de una vez, aunque acabáramos haciendo las paces —tú más que yo, todo hay que decirlo—, en el catre. Eso sí, a tu madre ni tocarla. Menudo calvario me hicisteis pasar. Pero mira lo que son las cosas, gracias a la prueba del algodón conocí a Manolo. Él también es viudo. Seguro que conocerás a Jacinta, su mujer, ¡coño, sois vecinos de nicho!
Igual que yo, iba todas las semanas al cementerio a echar un rato con ella y como me veía afanada, dale que te pego al cristasol, sacándole brillo a la lápida, empezamos a pegar la hebra, que si esto, que si aquello, le hizo gracia lo del algodoncito, una cosa llevó a la otra y mira hijo, qué quieres, serás el amor de mi vida, Agustín, no te lo discuto, pero la soledad es muy mala, las noches frías y, perdóname cariño, no es por comparar, pero este hombre en la cama es una estufa.
Tú dirás que ya somos mayores para esas cosas, porque es de tu quinta, y no dejas de tener parte de razón —le cuesta izar bandera y a la que te descuidas ya la tiene a media asta—, pero no veas el empeño y la voluntad que le pone a la relación, además de oficio, porque otra cosa no, pero a Manolo se le nota lo viajado; como quien dice, tiene don de lenguas.
Sí, Agustín, corazón, lenguas, en plural, porque parece que tuviera dos. ¡La madre que lo ha parido, cómo la mueve! No deja rincones, te lo juro, ni uno, y cuando engancha el botón de la risa…, ¡Jesús, María y José, que desparrame, por Dios!, me lo deja pulido, como los chorros del oro. Ahí me gustaría ver a tu madre hacer la prueba del algodón.
En fin, que te cuento esto porque han hecho una rifa en el hogar del pensionista y nos ha tocado una escapada romántica a Lanzarote, dos semanas, así que vamos a estar un tiempo sin venir a dar vuelta. Hazte cargo, cariño, la vida son tres días, qué te voy a contar, y a ti lo mismo te da, porque en tu estado, pues eso, que ni fu, ni fa. Ya te compraré un detalle en la isla, de recuerdo.
Bueno, Agustín, mi amor, cuando volvamos te cuento. Ah, un favor te voy a pedir, cielo mío, díselo tú a Jacinta, que a Manolo le da cosa.
¡Hombres!
