
¿Me estoy muriendo? Nunca imaginé que en mi adiós fuera a sonar Vedrò con mio diletto, aunque, si lo piensas, nada más apropiado, por ambiguo y sugerente, que un Vivaldi con registro de contratenor para acompañar el tránsito final. Es curioso, lo esperaba de otra manera, más sorpresivo, no tan semejante a cualquier día.
Lucy duerme junto a mí, siento cómo respira y el suave calor que desprende su cuerpo. Ella sigue viva. Ayer hicimos el amor por primera vez. Antes simplemente follábamos, pero anoche fue distinto, más real, quizá un regalo de despedida; en el fondo siempre ha sido muy considerada conmigo.
La habitación huele a tabaco viejo. Hay ceniceros por el suelo repletos de colillas, que debería haber vaciado hace mucho y un poco de Bluecoat en la mesilla de noche. Tengo sed, pero ir al otro lado oliendo a ginebra barata no parece una buena carta de presentación. ¿Cómo será la nada?
En cierta ocasión, en el metro, sentada junto a mí, iba una mujer madura, de color. Antes podía sentirse orgullosa de ser negra, pero hoy prima lo indefinible, nadie quiere tomar partido y por eso los fascismos están ganando.
Parecía cansada, seguramente su cuerpo llegaba al límite; la noche era vieja desde mucho antes y el día, para ella, tal vez demasiado largo. Fuera, en la oscuridad del túnel, por capricho de la física, la nada corría a la misma velocidad que el tren, pero en sentido contrario. Dentro, desde la ilusoria certidumbre del vagón, la mujer se veía reflejada en el cristal de la ventanilla. La nada de fuera encontraba su equilibrio en la nada interior y todo tomaba sentido. No sé por qué recuerdo esto ahora.
Lucy ya no está en la cama, no la vi marchar. Hace frío. Posiblemente, ya estoy muerto y la nada se manifiesta en mí, soy yo. Me siento extrañamente bien. La nada no cambia las cosas. Aún me queda la botella de Bluecoast, eso y dejar que la relatividad espacial haga el resto.
Vedrò con mio diletto
L’alma dell’alma mia, dell’alma mia
Il core del mio cor
Pien di contento, pien di contento.

Leerte siempre es una maravillosa experiencia, un viaje sorpresivo, jamás se que me voy a encontrar. Y siempre me sorprende.
Hoy, acompañas de nuevo el café, está mañana leído en alto para el deleite del hogar.
Mientras suena la primavera por casa, leemos un relato que dice tanto… Gracias por publicar por este espacio y poder seguir disfrutando.
La gratitud os la debo yo, amigos, por ser tan perseverantes en el error.
Un abrazo.